El mundo atraviesa actualmente una crisis multidimensional —económica, social, ecológica y cultural— perfilando lo que para algunos sería una crisis civilizatoria (Lander, 2009) o de civilización (Houtart, 2012).Esto nos indica que la naturaleza misma de esta crisis exige la búsqueda de soluciones innovadoras.
La crisis de civilización se manifiesta en el agotamiento de un modelo industrial depredador basado en la dominación de la naturaleza por el ser humano, en la idea de que el bienestar y la riqueza se logran mediante la acumulación de bienes, el crecimiento ilimitado y el consumo desenfrenado (Lander, 2009). Es de suponer que el difícil contexto que deben afrontar los gobiernos y las poblaciones de los países industrializados no favorece el florecimiento de las luchas sociales ni el desarrollo de alternativas. De cualquier forma, es indiscutible que adjetivar al capitalismo, al crecimiento, al desarrollo con epítetos como «humano», «sostenible» o «verde» no garantiza el fin de la debacle que se ha producido en su nombre.